Del diálogo y algo más

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Del diálogo y algo más

Es muy triste observar como el curso de los acontecimientos acerca una vez más al gobierno y a la oposición a una ronda de diálogo y verse obligado a denunciar aquello que debería resultar obvio a quienes se autoerigen como líderes de la oposición. No habrá cambio. El resultado, cualquiera que este sea, no producirá la transformación que el pueblo venezolano requiere. No se corregirá el curso económico del país, ni mucho menos se producirá una renovación democrática en lo político. Con lo cual, la situación resultante como producto del diálogo no diferirá sustantivamente de la actual.

Quienes abrigan esperanzas del lado opositor tienen asegurada sólo decepción. Aún si se lograra el tan demandado canal humanitario seguramente el oficialismo sabría capitalizarlo a su favor más eficientemente que la oposición. “No tuvimos más remedio que abrir el llamado canal humanitario porque si no el pueblo se iba a morir de mengua por la guerra económica que nos tiene la derecha internacional y que impide que traigamos la medicina y los alimentos que el pueblo necesita”, es una sentencia, entre muchas, que el aparato de propaganda del régimen probablemente tenga preparada para salir bien librado de lo que algunos podrían ver anticipadamente como un revés para el.

El desprecio por la pedagogía política desde las élites opositoras es palpable. Qué se va a negociar y porqué esos puntos de agenda y no otros son interrogantes simples que permanecen sin respuesta para un pueblo que ha estado presente en los momentos más aciagos de la confrontación política en el pasado reciente del país, y que tiene derecho a conocer el destino que le depara este nuevo intento de diálogo.

Ni siquiera la información relativa a los temas que serán objeto de debate el próximo fin de semana en República Dominica es fácilmente accesible. Sólo luego de indagar en varias fuentes podrá usted hallarla: 1) la apertura de un canal humanitario (que permita el envío de alimentos y medicinas al país), 2) un cambio en la composición del Consejo Nacional Electoral, 3) la liberación de los encarcelados (que la oposición y organismo internacionales consideran “presos políticos”), 4) la restitución de los poderes constitucionales de los que fue despojado el parlamento, 5) el respeto a las garantías políticas y económicas (para cuando se realicen elecciones en Venezuela el próximo año) y, 6) el cese de la violencia externa contra Venezuela.

De esos seis puntos, se comenta que los primeros cuatro responden a la agenda de la oposición y los últimos dos a la agenda del chavismo. No obstante, dejando la pasión de lado, ¿es creíble que estos “puntos de la oposición” representen nuestro desiderátum? Hacerse, si, a través de los votos, pero fortuitamente, del control de la Asamblea Nacional puede explicar la carencia, en aquel entonces, de claridad con respecto a la agenda política del país. Hoy tal desconocimiento resulta inexcusable.

¿Será que es necesario reiterar lo obvio de saber pedir? Toda solicitud debe ser completa y así se entiende entre quienes comprenden esto. Si usted pide elecciones y le dan elecciones, ¿cuál es la razón de su inconformidad? Quizás que no supo pedir o silenció las voces que le advertían que su solicitud se encontraba en estado incompleto y procedió sin atención de ello.

La apertura de un canal humanitario ciertamente tendría la virtud de paliar la grave crisis humanitaria que aqueja al país pero no satisface las aspiraciones de mayor orden de la población. Es un hecho incontestable que la apertura de un canal humanitario ha sido un puntal de laza de la oposición y que, de lograrse, ello colocaría al oficialismo en una situación comprometida al patentizarse un reconocimiento claro e inequívoco de una realidad por ellos negada de múltiples y sórdidas maneras. Pero la realidad golpea, el margen de maniobra se estrecha por las disminuidas finanzas del gobierno y este canal puede ofrecer una salida al gobierno, quien en el manejo comunicacional no sólo ha demostrado ser versado, sino eficiente.

Un cambio en la composición del Consejo Nacional Electoral tampoco logra las aspiraciones de mayor orden de la población. Incluso si se acordara ésto no hay claridad a priori respecto a qué órgano elegirá y nombrará a los nuevos rectores, ¿la Asamblea Nacional o la Asamblea Nacional Constituyente? La duda es cuando menos válida, después de todo ha sido esa aberración la artífice de las últimas convocatorias electorales en el país. Adicionalmente, el rol de la ANC se encuentra ausente en la agenda. Por otra parte, aún una recomposición del Consejo Nacional Electoral no significa que las condiciones vayan a ser muy distintas a las actuales. Aún descartando una intervención directa de la ANC en los asuntos del CNE, ello no excluye la actuación de la omnipotente Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, ni de la Sala Constitucional de esa instancia sentenciadora.

La posición de quienes asisten al diálogo con respecto a los presos políticos es incluso más ingenua. Aquí vale que uno se pregunte ¿bajo qué figura legal el Ejecutivo podría comprometerse a liberar a esos ciudadanos sin reconocer que se encontraban presos por razones políticas y que en Venezuela no existe democracia plena? ¿No requeriría esto para evitar aquello un acto legislativo propio de la Asamblea Nacional? ¿O es que acaso se permitirá entregar esa tarea a la ANC?

Llegado a este punto y en honor a la verdad, el detalle anterior es fatuo dado que los puntos dos, tres y cuatro en realidad no demandan un abordaje por separado como lo plantea la agenda. En esencia, la restitución de los poderes al órgano legislativo nacional debería ser suficiente para alcanzar un cambio en la composición del Consejo Nacional Electoral y la liberación de los presos políticos. No debe olvidarse que estas son prerrogativas de la Asamblea Nacional reconocidas en la Constitución: la elección de los rectores electorales y el decretar amnistías. Discutir estos puntos por separado no contribuye a la fortaleza de la Asamblea Nacional; por el contrario, la debilita; se le prescribe a un “poder” qué puede y qué no puede hacer.

La situación de la Asamblea Nacional se complica aún más con la omisión de la Asamblea Nacional Constituyente en la agenda del diálogo. ¿Habrá de interpretarse que no se discute aquello que no existe? De ser ese el caso, ¿se trata de una inteligencia compartida entre oficialismo y oposición? O por el contrario, ¿se trata de la posición ingenua de una de las partes?

En este escenario de gran incertidumbre ¿cuáles serían los poderes constitucionales que se le devuelven a la Asamblea Nacional? Aún en el escenario de que lo improbable pasara y la Asamblea Nacional “recuperara” sus poderes, en el marco de un diálogo que no cuestiona el rol o existencia de la ANC ¿se olvida la proclamada naturaleza “originaria” de esa herramienta del PSUV para sus planes políticos? Así como seguramente se olvida que para llevar a cabo muchos de los anhelos del pueblo demócrata venezolano se requiere del concurso y colaboración de otros poderes, no sólo de la actuación de la Asamblea Nacional.

¿Cómo estos puntos reflejan la agenda del chavismo?

Cualquiera de ellos o la concurrencia de ellos sin la conjunción de otros factores bajo el férreo control oficialista no producen ninguno de los cambios que aspira la población demócrata venezolana. Pero lo que es cierto es que cualquiera de ellos, la concurrencia de algunos de ellos o de todos ellos a cambio del cese de la presión internacional, que es lo único que puede traducir “violencia externa contra Venezuela”, otorga oxigeno al chavismo para su posterior fortalecimiento sin comprometer nada en el proceso.

La tarea de convencer a la comunidad internacional de que lo que ocurre en Venezuela no era un asunto que incumbía solo a los venezolanos fue larga y costosa, no debería comprometerse por tan poco.

Por otra parte, el tema de las garantías políticas y económicas no merecería que nos detuviésemos al ser estas garantías de rango constitucional y deberían ser respetadas por ambas partes por igual. Pero si figuran en la agenda posiblemente enmascaren temas que corresponden a la justicia transicional y que sólo podría encontrar explicación en una temprana exploración de un escenario hipotético que aún no parece vislumbrarse en el corto o mediano plazo, pero que brinda al oficialismo una visión muy adelantada del tratamiento que algunos temas podrían eventualmente tener.

Volviendo sobre el tema del oxigeno, sería importante que la oposición aprendiera de nuestra historia más inmediata. La agenda se abandonó, el chavismo se oxigenó y el escenario político volvió a ser muy similar a aquel previo a las elecciones legislativas de 2015. El escenario económico empeora a diario, pero ello no producirá los cambios que se requieren. La historia de Cuba o Corea del Norte puede brindar explicaciones al respecto. El cambio deviene de otras fuentes u orígenes.

La agenda determina el resultado

Para quienes han trabajado en negociación les resulta obvio que lo más difícil de negociar es la agenda, ya que ella es determinante del resultado del proceso. La ingenuidad (se preferiría pensar) o la connivencia de factores opositores con el oficialismo pone una vez más en vilo las aspiraciones del pueblo demócrata de este país.

Zimbabue, para reflexionar

Si algo se puede aprender de la experiencia de Zimbabue es que el cambio en regímenes de esa naturaleza sólo es posible con la anuencia castrense. Cualquier otro cambio requiere el pago de costos que una sociedad puede diferir por años o generaciones sobre la base de consideraciones morales o éticas.