La economía nuestra de cada día

La economía nuestra de cada día

…Hacer

ver la economía como algo ajeno e inalcanzable ha servido por siglos como una forma más de manipulación de algunos pocos sobre la mayoría.

Arturo Michelena, Un empleado implorando compasión y ayuda de sus compatriotas para soportar el pesado fardo que han echado sobre sus débiles hombros, plumilla, Caracas, 1874

Aunque muchos la vean como si se tratara de una ciencia propia de los habitantes del Olimpo, en verdad la economía está en el material genético de las células de todos los seres humanos porque es parte de la esencia de subsistir y, por lo tanto, nos mueve a todos a desenvolvernos según sus principios básicos.

Estos señalamientos no buscan afirmar que cada ciudadano es un estudioso de la materia que puede desestimar el valor de quienes sí lo son, pero sí es un intento por hacer entender que reconocerse individualmente como un ejecutor diario de la economía de un país y de la colectividad mundial, con suficiente sentido instintivo para comprender elementos fundamentales de esta materia, haría una gran diferencia a la hora de aceptar, defender o cuestionar las decisiones que en materia económica adoptan quienes están en el poder. Lo cierto es que hacer ver la economía como algo ajeno e inalcanzable ha servido por siglos como una forma más de manipulación de algunos pocos sobre la mayoría.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la economía es la “ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos”. Es decir, la forma de administrar los recursos disponibles, así como de desarrollar formas de mejorar la situación o de enfrentar coyunturas que agudicen la escasez de tales recursos, por citar algunos ejemplos.

El ser humano en su cotidianidad hace esto. Ni el almacenamiento de mercancías, ni el ahorro de dinero, ni el crédito, son inventos que llegaron de la nada a la mente de alguien para sorpresa de todos los demás, pues en verdad son formalizaciones de prácticas cotidianas de la humanidad y que, por un proceso natural, se institucionalizaron hasta alcanzar la forma de bancos, de reservas de una nación y de otros tecnicismos que, por sus nombres, pueden lucir ajenos, aunque realmente no lo sean.

La inflación, por ejemplo, es un hecho que todos conocemos perfectamente hasta el punto de que, desde el micro-mundo individual de cada quien, sabemos cuáles son los correctivos necesarios para hacerle frente.

Hay maneras muy elaboradas de describir la inflación, pero en esencia se trata de un aumento de los precios de los bienes y servicios durante un período, lo que suele implicar un deterioro en la capacidad que tienen las personas para poder adquirir tales bienes y servicios.

Los precios suelen subir porque hay pocos bienes disponibles y muchas personas queriendo adquirirlos, lo que lleva a que esa oferta sólo sea asequible para “el mejor postor”; pero también pueden subir porque quienes poseen los productos llegan a un acuerdo común para vender caro y obligar a los compradores a pagar más; entre otras variantes en esta relación entre la oferta y la demanda.

De allí que existan factores que determinan la conducta de los precios a todo nivel, como ocurre con el valor del petróleo en el mundo, y que han dado lugar a los llamados carteles, que no son más que pactos entre similares para evitar la competencia mutua mientras autoregulan la producción, los volúmenes de venta y los precios de los bienes que generan los miembros del grupo.

Los gobiernos suelen apoyar este tipo de estrategias cuando se trata de “asuntos” de la nación, generando exactamente los mismos efectos que un pequeño grupo de comerciantes cuando actúan en función de sus “asuntos” particulares, sobre los que generalmente recaen las sanciones de ley. El problema no está en el alcance, micro o macro, de una conducta de este tipo, sino en sus consecuencias sobre la administración de los recursos por parte de los otros con los que se convive, y es precisamente allí donde esta economía base, con la cual hacemos nuestra vida a diario, se enraíza con otros factores como la política y el dominio, para dejar de ser un simple terreno de administración de recursos para convertirse en otra forma de ejercer el poder.