La viveza o el Tío Conejo que todos llevamos por dentro

La viveza o el Tío Conejo que todos llevamos por dentro

La viveza criolla o la viveza a secas corresponde a esos espacios de la conciencia que se ha incrustado en nosotros desde la niñez, a veces para asustarnos o para advertirnos -"mira que fulano es muy vivo"-, otras veces para presionarnos: "No seas bolsa, y avíspate".

Así parece que nuestro pensamiento está signado por esa idea de la viveza. Si volvemos la vista atrás, en busca de su genealogía, tenemos que preguntarnos si acaso todo tuvo su comienzo en aquel antiguo mito de los waraos del Orinoco, el cuento del conejo y el tigre.

Liebre, Museum D` Histoire Naturalle, Paris, 1808, Geohistoria de la Sensibilidad

En el mito, el conejo se siente desvalido debido a su tamaño y para poder crecer debe conseguir un diente de caimán y la garra de un tigre. El conejo engaña a estos animales y los mata, con lo que sólo logra conseguir aumentar el tamaño de sus orejas.

Estos cuentos fueron rescatados por Antonio Arráiz, quien los convierte en Tío Tigre y Tío Conejo.

Por otra parte, Francisco de Oviedo y Baños señala que "Los criollos son agudos y de prontos ingenios" y José Ignacio Cabrujas, en su texto Viveza criolla. Destreza, mínimo esfuerzo o sentido del humor ya en el siglo XX, acota sobre nuestra relación de “viveza” con la sociedad como una contradicción.

La viveza nos surca inevitable como una espada.

Entendemos que “viveza” se desprende de “vida”, y al que aplica la viveza le llamamos “vivo”, esto es porque deriva del hecho mismo de tener vida. La viveza aparece como la acción de vida pronta. Estar vivo es lo contrario a estar muerto, por lo que el dotado de viveza es el poseedor de un estado particular de vida, es aquel que está más despierto y por lo tanto más activo. Si está más despierto o más vivo concluye que los demás no lo están, por lo que considera apropiado tomar lo que ofrece la vida para sí, lo que le rodea para sí, puesto que los demás no están vivos.

En el mito del conejo y el tigre la viveza parece surgir y tener su fundamento en la necesidad de vivir, pero no de vivir armónicamente. ¿Cómo podría vivir entre los muertos? La viveza es intranquila, no permite descanso. El conejo posee los elementos necesarios para sobrevivir e incluso ser más fuerte que el tigre y el caimán, que representan el dominio de la selva y el río, sin embargo los mata, los expulsa de la vida para poner su vida por encima de la de ellos, deteriorando el orden de la selva. ¿Es posible volver a confiar en el conejo? Por eso sólo consigue aumentar el tamaño de sus orejas, representación de la audición, el sentido del sigilo y de la comunicación con el otro.

El vivo busca y abraza cualquier pequeña oportunidad para tomar lo que es suyo, evita los lastres, por eso se le compara con los insectos, como las avispas, que pueden atacar a otros para defenderse sin comprender bien qué les ocurre -recordemos a la avispa brava de Aquiles Nazoa-.

Pero están condenados a no hacer planes, viven al día, carecen de mañana y de trascendencia, su realización consiste en su subsistencia, y ¿qué tiene que ver la sociedad en esa subsistencia? El vivo, apoyado en la necesidad de su propia sobre-vivencia por encima de la de los demás, corroe el orden social hasta desaparecerlo. Siempre confiado en la no-viveza de los otros, va cavando túneles morales por medio del aprovechamiento de los demás. Su ingenio se convierte en una carga, una sociedad de vivos es una sociedad de devoradores.

L` Orènoque et le Caura, Colección Biblioteca Nacional, Caracas, 1889, Geohistoria de la Sensibilidad

El que lucha por vivir se desespera, no vive, pues ¿acaso la vida no vale cualquier esfuerzo, cualquier medio? Pero esta lucha continua es agotadora. ¿Qué efectos a largo plazo generaría en la sociedad esa necesidad de sobre-vivir? Esa viveza se iría apoderando de todos. Las costumbres viejas van cediendo su presencia a otras nuevas o tal vez olvidadas y la seguridad en el orden cae, el que no “se avispa” es devorado por los demás.

Rafael Cadenas lo reclama en su poema Derrota: "Estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo ("Ud. es muy quedado, avíspese, despierte").