Una visita a la Tierra del Sol Amada

Una visita a la Tierra del Sol Amada

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Para muchos venezolanos, el Zulia, y específicamente Maracaibo, es una República Independiente. Su cultura, su comida, algunos dirían que hasta su idioma, son distintos al resto del país y es esto lo que hace de Maracaibo una ciudad tan auténtica e, indiscutiblemente, única.

El origen del nombre “Maracaibo” es incierto. Ciertas fuentes indican que proviene del cacique Mara, uno de sus líderes indígenas más importantes. Dice la historia que, una vez que los españoles derrotaron y dieron muerte a Mara, gritaban “Mara cayó”, originando así el nombre de la ciudad. Otras versiones aseguran que el nombre proviene del vocablo indígena Maara-iwo (lugar donde abundan las serpientes) o Maare kaye (lugar frente al mar).

Como todo estudiante de primaria debe saber, Venezuela debe su nombre a Américo Vespucio quien, junto con Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, descubrió el lago de Maracaibo y relacionó sus palafitos con las típicas viviendas venecianas, dándole el nombre de Venezuela (o pequeña Venecia) a este nuevo territorio. La patrona de Maracaibo es la Virgen de Chiquinquirá, o la Chinita, como es conocida cariñosamente. Cuenta la leyenda que en el año 1749 una mujer que estaba lavando a las orillas del lago de Maracaibo cuando llegó a sus manos una tablilla con una imagen borrosa. La mujer pensó que la tabla le sería de utilidad por lo que la llevó a su casa y, al día siguiente, escuchó unos golpes como si alguien la estuviera llamando. Sorprendida, vio que la tabla brillaba y que en ella aparecía la imagen de Nuestra Señora de la Chiquinquirá. Hoy en día, la tablilla con la imagen se puede venerar en su Basílica y en su honor se celebran las fiestas más importantes de la ciudad cada 18 de noviembre. La feria en honor a la Chinita marca el inicio de las festividades navideñas en Maracaibo, caracterizadas por las gaitas, las decoraciones navideñas en las calles y la alegría típica del zuliano.

La Tierra del Sol Amada, como se le conoce por sus altas temperaturas (a pesar de que también algunos señalan que es la ciudad más fría de Venezuela por sus famosos aires acondicionados en el más mínimo lugar cerrado) tiene numerosos sitios de interés como el Saladillo, barrio típico en el que transcurría buena parte de la vida religiosa y cultural de la ciudad durante los siglos XIX y XX. Actualmente, quedan pocos vestigios de las viviendas originales pero se conservan edificios de gran valor histórico, incluyendo sus coloridas casas.

Vista al atrdecer del puente General Rafael Urdaneta, que comunica a la ciudad de Maracaibo con la parte central de Venezuela

El Puente General Rafael Urdaneta, conocido popularmente como Puente sobre el Lago, cruza la parte más angosta del Lago y conecta la ciudad con el resto del país. Su importancia para los marabinos queda reflejada en esta estrofa de la gaita Cuando voy pa Maracaibo de Maracaibo 15 “Cuando voy pa Maracaibo / y empiezo a pasar el Puente / siento una emoción tan grande / que se me nubla la mente” y, ciertamente, la visión del Puente, sea por tierra o desde el avión, es suficiente para emocionar a más de uno, maracucho o no. El Puente fue inaugurado por el Presidente Rómulo Betancourt en 1962 luego de cuatro años de construcción, tiene una longitud de 8678 metros y una altura de 45 metros, lo que permite que pasen debajo de él los grandes buques petroleros que entran y salen del lago.

Otra de las peculiaridades de la ciudad de Maracaibo es su gastronomía: una mezcla de las tradiciones indígenas y europeas y, a los ojos del visitante, deliciosa pero muy poco apropiada para el calor inclemente de la zona. El plátano es el elemento estrella e ingrediente principal del patacón, plato emblemático a base de plátano verde sobre el cual se colocan infinidad de ingredientes y aderezos. Otros platos típicos son el chivo en coco, los pastelitos fritos de variados rellenos, mandocas (anillo frito de harina de maíz, plátano, queso y papelón), huevos chimbos, entre otros. Los zulianos, además, han reinventado las comidas callejeras como hamburguesas, perros calientes y hasta las donas, haciendo que cualquier puesto de comida, por humilde que parezca, sea toda una sorpresa para el paladar. Definitivamente, una visita a Maracaibo sin probar su comida (acompañada del inevitable digestivo) es una visita incompleta.

En los últimos años ha habido un intento de recuperar las áreas verdes de Maracaibo, su vida nocturna y sus numerosos sitios de interés, por lo que una visita bien vale la pena. Aunque una visita no sea suficiente para ver y saborear todo lo que esta única ciudad tiene para ofrecer.